BREU HISTORIA DE LA CANYADA
LA CANYADA
La zona de La Canyada es uno de los pocos pulmones que nos quedan en Paterna, poblada de pinos, zonas verdes y chalets habitados por veraneantes y por gentes que habitualmente residen en esta zona veraniega durante todo el año.
La zona de La Canyada es uno de los pocos pulmones que nos quedan en Paterna, poblada de pinos, zonas verdes y chalets habitados por veraneantes y por gentes que habitualmente residen en esta zona veraniega durante todo el año.
D. Pascual Belenguer Andreu, paternero de pura cepa, y su esposa Doña Emilia Martínez Abil, fueron los primeros colonizadores de La Canyada hace más de ochenta y cinco años años, que es la edad que se estima que tiene esta zona veraniega.
Allá por el año 1920 le
compraron unos terrenos a D. Vicente Guillén, también de Paterna. Había siete
anegadas y media de terreno de secano hasta el horno de la cal (situado junto a
la vía del tren a la altura de la puerta principal del mercado Municipal), y
pagó 270 pesetas por toda la parcela que luego plantó de cepas y algarrobos.
El día 24 de Septiembre de
1924 hizo la primera parada en el apeadero de La Canyada el primer tren,
inaugurado oficialmente el 6 de Noviembre del mismo año.
En principio pusieron una mesita
junto al andén para servir agua y refrescos a los pasajeros. Luego construyeron
una barraca de cañas y le llamaron "Merendero la Alegría” donde comenzaron
a guisar paellas. Luego construyeron un barracón de madera, y posteriormente un
edificio de obra bajo la dirección del Arquitecto Cortina, que se tituló
"Bar Casa Pascual”. Dos años después comenzaron las
construcciones de chalets y fincas alrededor de este bar, y, en 1927 se comenzó
a urbanizar La Canyada incrementando su desarrollo en esta zona. La
Canyada fue para Valencia, posiblemente con el Vedat de Torrente, uno de los
pulmones más próximos a la capital, mimado por los urbanistas de entonces y por
los habitantes de siempre.
La Canyada encierra para
nosotros un tesoro de recuerdos. Era, por así decir, la excursión más barata y
más posible de nuestra infancia. Estaba al alcance de todas las economías. El
«trenet» nos situaba en treinta o cuarenta minutos en el antiguo e incipiente poblado.
La «Lloma redona» era, sin duda, la «muntanyeta» que podíamos contemplar -con
su romero, su tomillo, su «rabo de gat»- más próxima a Valencia. Aún podíamos
prolongar nuestra excursión bajando hasta la presa de la Real Acequia de
Moncada.
Ah! En el poblado y en la
presa nos podían servir gaseosas y cerveza y hasta podían guisarnos una
fenomenal paella valenciana.
La Canyada se hizo poco a
poco, a fuerza de enfrentamientos y aún confrontamientos, de disgustos y
desazones, de ilusiones, de esperanzas. Remontémonos un poco, al servicio de la
historia, una vez conocidos los datos fundacionales que explicamos al principio
de este escrito. Según cuentan los historiadores, para que los
niños que deseen visitar La Canyada y respirar el aire puro de sus pinos, es el
Parque Público Municipal situado en el corazón de La Canyada, junto a la
estación del ferrocarril, al que pueden acceder todas las clases sociales y que
se tuvo que pasar por ciertas vicisitudes que a continuación hacen historia (según
relatos de D. Vicent Badia y Marin, al que debemos estos datos).
Con anterioridad al año 1947
en que formalmente se pidió por el Alcalde de Paterna a los herederos del Conde
de Montornés la cesión gratuita de unos terrenos para parque público, diferentes
parcelaciones propuestas por la Señoría habían sido desestimadas, no ya por el
Ayuntamiento sino por una Comisión de Autoridades y Jerarquías Locales y
vecindario que se convocó al efecto. Esta Comisión se remitió a la gestión
municipal cerca de los herederos del Conde para pedirles la cesión gratuita del
perímetro de pinada necesario para la creación del Gran Parque, como también de
la parcela donde a la sazón se estaba construyendo la Iglesia de La Canyada.
Naturalmente se apelaría a la expropiación forzosa, como último recurso, si los
herederos del Conde no se avenían a razones. Y en este trance ya se plantearía
el Ayuntamiento la forma de obtener los recursos necesarios para la
expropiación.
En vista de las dilaciones
que a juicio de la Señoría experimentaba la aprobación del plan de urbanización
se denunció el caso al Gobierno Civil de Valencia. El gobernador no se mostró
remiso a tal requerimiento y el 15 de Octubre de 1947 pidió informes sobre el caso
al Ayuntamiento de Paterna. El 21 de Noviembre siguiente el Alcalde informó a Gobierno
Civil, haciendo, entre otras, las siguientes puntualizaciones: que había
encargado la formación del correspondiente plano al Arquitecto Municipal, el
cual había elaborado un croquis como anticipo del proyecto, si bien por falta de
contacto y entendimiento con los Herederos del Conde de Montornés no había
prosperado; que la zona que en el croquis se intentaba destinar a parque
público no podía ser una plaza, sino, necesariamente, un parque para solaz y
esparcimiento, en cuyo parque el Ayuntamiento llevaría a cabo la repoblación de
pinos y plantación de otro arbolado; que eran de agradecer los favores recibidos
de los Herederos del Conde reducidos a sus justas proporciones y teniendo en cuenta
que los grandes latifundios propiedad de aquellos se beneficiaban considerablemente
al convertirse en solares; y, en definitiva, que era importante que los
terrenos acotados en el croquis se destinaran a parque público.
Naturalmente, la exigencia o
el condicionamiento de la Alcaldía de Paterna, incluso en el tono del informe,
venía a cuento con el tono desfasado y anacrónico de la denuncia que recordaba
y enumeraba los favores recibidos por el pueblo -¡a siglo y medio de la proclamación
del dogma de la soberanía popular- desde la cesión de una casa para el
Sindicato Agrícola de San Isidro, a la donación de terreno para escuelas
pasando por la habilitación del Palacio de Paterna el año 1921 como hospital de
sangre para la guerra de África.
El 10 de diciembre de 1947
se apeló de nuevo a los herederos del Conde para que cedieran gratuitamente los
terrenos en cuestión. Tres días después el Gobernador de Valencia resolvió la
denuncia formulada por la Señoría.
En realidad, más que
resolver, reconocía la facultad del Ayuntamiento para modificar las
parcelaciones propuestas y se remitía a los cauces del Estatuto Municipal y del
Reglamento de Obras y Servicios, de 1924, para que una vez aprobados los
proyectos y previa declaración de utilidad pública, se llegara a la
expropiación de los terrenos, todo ello sin perjuicio de recomendar el llegar a
un acuerdo en beneficio de ambas partes. El 24 del mismo mes los
herederos del Conde se avenían a razones accedían a la cesión gratuita del
terreno solicitado para parque público, un terreno de 51 anegadas y un cuartón
equivalentes -nos dan hecho el cálculo a 42.587,95 metros cuadrados, imponiendo
como condiciones que no podían ser convertidos en solares edificables ni
enajenados por la Corporación y obligándose el Ayuntamiento a tener aprobado en
el plazo de cuatro meses el plano de urbanización de la zona contigua y próxima
a dicha parcela y en el plazo de un año el de urbanización de toda La Canyada,
ofrecimiento que mantendrían hasta el 31 de Enero de 1947.
No faltó la complacencia
gubernativa para el Alcalde de Paterna, aquello era un éxito completo y el
Ayuntamiento debía de aceptar. El 26 de Enero de 1948 la Corporación Municipal
aceptaba el ofrecimiento de cesión de los terrenos con las condiciones
impuestas y acordaba un voto de gracias para su Alcalde.
Conforme a lo estipulado, el
plano general de alineaciones de La Canyada fue aprobado por el Ayuntamiento el
11 de Octubre de 1948; y a su vez el 26 de noviembre del mismo año el Consejo
Provincial de Sanidad aprobaba el plano de ensanche, saneamiento y mejoras de
La Canyada.
Pero aún había mucho que
pelar. El Ayuntamiento de Paterna había cumplido su compromiso fundamental: la
Señoría todavía no había otorgado la escritura de cesión de los terrenos, dando
lugar a que tras el requerimiento acordado por la Corporación de Paterna el
primero de febrero de 1949, se viera el Alcalde en el trance de denunciar ante Gobierno
Civil la demora de los Herederos del Conde de Montornés con la conminación de apelar
a los Tribunales de Justicia.
Hasta el 9 de Septiembre de
1950 no se llevó a cabo el otorgamiento de la escritura de cesión (4). El pleno
tuvo conocimiento de ello el 28 del mismo mes, en cuya sesión nombró hijo
predilecto de la Villa a su Alcalde.
No pretendemos hacer la
radiografía espiritual de Gerardo Salvador Moros. No es hora de ello. Pero a
poco que hurguemos en el contorno de su personalidad descubriremos su reciedumbre
humana que le llevó a afrontar las mayores dificultades, los problemas verdaderamente
difíciles, sin importarle ni la alcurnia, ni la potencia financiera, ni la influencia
política de quienes a lo largo de su mandato como Alcalde de Paterna fueron sus
antagonistas. Vaya con estas palabras nuestro testimonio de admiración.
Nota: Como se indica
anteriormente debemos este relato a D. Vicent Badia i Marín, que transcribo
para rescatar y dar a conocer parte de los temas históricos de Paterna.
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