INCIDENTE PEÑA BORRASCA 1934, II PARTE.


INCIDENTE PEÑA BORRASCA 1934,
                     II PARTE.


Miembros de la Peña Borrasca.


Ayer publicábamos el escrito de denuncia de unos vecinos de Paterna, sobre hechos acaecidos con miembros de la Peña Borrasca, que se publicó el día 4 de Marzo del año 1934 en las paginas del Diario Las Provincias, tres días después en el mismo periódico se publicó la contestación de la Peña Borrasca.

Es curiosa su  lectura, ya que dan una versión totalmente distinta, hemos podido averiguar los nombres de algunos de aquellos peñistas, Vicent López "el Nais", Chelin, José Sánchez Ibáñez "el Zurdo", "Mistec", Miguel Liern Barberá "el Peli", todos ellos jóvenes de la Villa, pasemos a disfrutar de su contestación.



Miércoles, 7 de Marzo de 1934.
Diario Las Provincias.

Desde Paterna

EN DEFENSA PROPIA.

Nos vemos moralmente obligados muy a pesar nuestro, a salir a la palestra con el único fin de esclarecer hechos y diferenciar conductas.

El domingo día 4 del actual, leímos, sorprendidos y justamente indignados, un remitido insertado en LAS PROVINCIAS, firmado con el seudónimo de “unos vecinos”, en el que se arremete contra nosotros con sañuda virulencia e intención alevosa.

No es nuestra intención el mismo léxico chabacano y soez con el que nos calumniaron, ni los mismos insultos con que nos ofendieron. Cada cual tiene un modo de expresar sus sentimientos, de acuerdo con la educación que ha recibido.

Si hemos de manifestar que ese innoble procedimiento de tirar la piedra y esconder la mano, es impropio de quienes estimen en algo su dignidad personal y rindan culto al honor…


Vamos a explicar con claridad meridiana, quienes somos: trabajadores, jóvenes, pletóricos de vida, unidos fraternalmente por el sacro lazo de la amistad, constituimos la Peña Borrasca, con el solo anhelo de expansionarnos dentro de la cultura y honestidad, sin abrigar deseos de ofender a nadie, conscientemente. No somos, pues, una “cuadrilla” de seres pervertidos y peligrosos para la paz pública.

Nuestra conducta, intachable y rectilínea, ha sido, siempre, más noble, leal y viril, que la de los anónimos escritores del remitido antedicho.

Nadie puede exhibir pruebas concretas, terminantes y concluyentes, de que en nuestros actos procedemos impulsados por el deseo de atropellar a los ciudadanos pacíficos. Nunca nos hemos metido con nadie. De ello pueden dar fe en el pueblo entero de Paterna.

Quisiéramos conocer cuáles son esas personas “honradísimas” a las que según nuestros anónimos calumniadores, ofendemos continuamente.

Respecto al hecho concreto de que se nos acusa ante la opinión pública, han insertado tal cumulo de falsedades y se han desvirtuado de tal modo los hechos en su remitido, que su sola lectura repugna.

Creyendo  adivinar, sin necesidad de esforzarnos mucho, el equívoco fin perseguido por estos señores que, agazapados en las sombras se dedican a morder honras ajenas, vamos a relatar, dentro de la más estricta imparcialidad el hecho ocurrido el día 4 del presente mes, para que la opinión pública, debidamente informada, compare conductas y desprendiéndose de toda clase de perjuicios, nos juzgue a cada cual, según los susodichos “vecinos”, el día 4 del actual, cerca de la una de la madrugada, los miembros de esta peña, completamente embriagados, al pasar por una de las calles donde vive un “honorable empleado municipal que no es de nuestro agrado”, palabras textuales, arremetimos sañudamente contra las vidrieras de su casa, saciando, de este modo, el odio y la aversión que dicho empleado municipal nos inspira. Luego, según la versión que de los hechos dan “unos vecinos”, a las explicaciones que de nuestra conducta nos pidió el hijo del dueño serena y cortésmente, le respondimos con gesto chulón y ademanes de jaque, zarandeándole y maltratándole, lo que dio lugar a la intervención de un hermano suyo que, habiendo sido informado de lo acecido, se abalanzo contra nosotros, repartiendo a diestro y siniestro tremendos puñetazos que pusieron en peligro nuestra integridad física.

Miembros de la Peña Borrasca paseando por las calles de Paterna.


Cualquiera que de crédito a su relato, nos juzgara unos seres pervertidos y despreciables; pero nosotros, que tenemos la conciencia tranquila y podemos mirar frente a frente a nuestros conciudadanos sin sentir el sonrojo de la vergüenza, restableceremos el imperio de la verdad, sobre las falsedades y las calumnias de un relato folletinesco.



No es cierto señores “vecinos”, que todos los miembros de esta Peña, abusando del vino y del coñac, tomasen una profunda “borrachera”. Lo cierto e irrefragable es que al asistir como comensales al bautizo del hijo de un compañero nuestro, y ser invitados por la noche a cenar en casa de un amigo, no pudimos evitar que uno de los nuestros, contagiado de la alegría general, bebiendo un poco más de lo debido se encontrase alegre como vulgarmente se dice, sin llegar al triste estado de la embriaguez.

Al pasar por la calle donde vive el empleado municipal que según los referidos “vecinos” es víctima propicia de nuestros odios y del que solamente podemos manifestar ante la opinión pública, que nos ha sido siempre y nos es completamente indiferente, importándonos tanto como una momia faraónica, dio la triste coincidencia de resbalar nuestro compañero, por el fango acumulado en las aceras, ocasionado por una lluvia pertinaz cayendo sobre las vidrieras antedichas.

Uno de los hijos del dueño que subía en ese instante, nos conminó, más pronto alegre que hostil con las siguientes palabras. “ahora tendréis que pagar las vidrieras.” A lo que respondimos unánimemente que respondíamos de los daños ocasionados, pagando lo que fuere necesario. Viendo éste nuestra digna actitud, unióse a nuestro grupo amicalmente, llegando incluso a convidarnos en un casino próximo. Mas he aquí que, cuando las cosas se hallaban en tan satisfactorio estado, cuando departíamos amistosamente con un hijo del dueño, irrumpió otro hijo en el local, navaja en mano y gesto homicida, intentando agredir al involuntario causante de la rotura de las vidrieras; acto que evitamos sujetándole tras largos esfuerzos.

Esta es la verdad, señores. Nunca hemos premeditado nada censurable contra ningún ciudadano, y si algún daño hemos causado involuntariamente, siempre hemos estado, como en el hecho que nos ocupa, dispuestos a repararlo.

Ninguno de nosotros ha empuñado nunca un arma para dirimir sus querellas personales.


Las autoridades cumplieron con su deber separando a agresores y agredidos. No sabemos qué intención persiguen desprestigiando a las autoridades. Si en algo debe intervenir la autoridad es para ver qué pena corresponde al que, hallándose en España en estado de prevención, agrede a sus semejantes empuñando un arma blanca.

Por ultimo anónimos “vecinos”, sepan, por silo han olvidado, que en lo que a cultura respecta, esta cien codos por encima de ustedes el miembro más modesto de  LA PEÑA BORRASCA.

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