DEL NACIMIENTO DEL FOOTBALL EN PATERNA.
BALON Y LITERATURA.
DE LA PATERNA DE AYER.. Por Ricardo del Val.
Buen escrito sobre el nacimiento del "football" en nuestra población, por unos jóvenes paterneros, escrito por Ricardo del Val en el libro de fiestas del año 1972.
Una vieja foto amarillea entre
mis dedos. Tiene la foto medio siglo de existencia. Un paternense amigo mío de
mi tiempo de adolescencia, me la entregó no hace mucho. En la cartulina se
enmarca, nada menos, que un equipo de fútbol del pueblo, de los años veinte;
equipo en el que figura el autor de éstas líneas... Tendría yo unos dieciséis
años, los mayores estarían en los dieciocho. Y hay uno con quince. El flamante
equipo era creación de un aficionado, un señor dueño de un comercio en
Valencia, en la calle San Fernando, creo que don Vicente Mallent. Jugábamos en
Paterna y salíamos a los pueblos.
Nuestra mayor hazaña consistió en
jugar una tarde en Mestalla, antes de que lo hiciera el Deportivo de la Coruña.
Jugábamos contra los infantiles de Kadar -los checos-, que nos ganaron por ocho
a uno...
El recuerdo de aquel jovencísimo
equipo paternero es un recuerdo muy dulce para mí; uno de mis mejores recuerdos
del pueblo. Más de la mitad del equipo, ya no es de este mundo. Entre los
ángeles creo yo que se puede jugar, al menos si se hace como nosotros lo hacíamos.
Ya diré como. Bueno, fútbol y literatura son dos cosas que no casan bien,
intento convencerme de ello sin embargo, desde una zona delicada de la
sensibilidad, desde un punto vivencial y muy juvenil, creo yo que no son
contrapuestos ambos conceptos. No quiero decir «hacer literatura con el
fútbol», sino que «del fútbol se puede hacer literatura».
Y la foto a que me refiero, de
«un verdadero equipo de fútbol», sobre todo por su ilusión y su ensueño, sí que
se acerca a la buena prosa, creo yo. Graciosa foto de un grupo de muchachos
arriscados, adolescentes, héroes del balón en la vieja Villa de Paterna, de cuando
no llegaba a cinco mil habitantes. Nos vestíamos en una cueva del Palacio y
salíamos corriendo con las porterías al hombro hacia el Campamento.
En los años veinte a que me
refiero (1920), este deporte ejercido en calidad de protagonista con una
ilusión enorme, era una cosa muy diferente a la de hoy. En la capital se realizaba
un fútbol de perspectivas provincianas. Me parece que el Valencia jugaba en segunda
división, y las rivalidades locales eran poco más que pueblerinas, entre el
«Gimnástico» y el Valencia. Pero con altas pasiones y temperatura heroica. Para
los muchachos como nosotros el fútbol era algo realmente heroico, esto es, el
de los tiempos de Amberes. El heroísmo de Amberes -« ¡a mí, que los arrollo!»-
lo vivíamos intensamente los chicos; entre si este o aquel jugador procedía del
colegio de los Salesianos, o si se había formado en «El España» e iba a ser
«probado» en Algirós, bordeado de finas arboledas y de acequias morunas.
Aquello podíamos calificarlo de romántico.
Me hice socio del Valencia C. de
F., por una cuota mensual de tres pesetas, lo cual me «daba derecho» -viniendo
de Paterna por la mañana- a poder «entrenarme» en el viejo campo de Algirós,
donde los chicos podíamos correr si queríamos junto al famoso interior derecha
Eduardo Cubells. No salíamos del asombro cuando el maravilloso internacional tan
«crío» como uno de nosotros se ponía a recordar jugadas suyas por los campos de
España; y de cómo debían ser tirados los penaltis a Ricardo Zamora, por
ejemplo. «Mirad, para batirle hay que tirarle a las piernas, raso, muy fuerte»,
En Paterna llegamos a lo
increíble, fantástico: a entrenarnos a la luz de la luna, en la explanada del
Palacio, del neoclásico, dorado y grandísimo Palacio de los Condes. Paterna ha
sido original en esto. Mis amigos sonreirán. Pues sí... En verano salimos
alguna vez al Campamento, al amanecer, con el balón, En los comienzos
tratábamos juntos muchachos de la universidad, de la oficina y del taller.
Hacíamos esfuerzos para vencer el impulso de la «llauxá» y jugar por lo fino, a
«lo Samitier»... «El mago», el ídolo de todos, que acabó de dejarnos en esta
oscuridad de la decadencia. Teníamos en el Valencia a un Peral en la delantera,
brujo estilista, rubio y fino, de ojos zarcos y que nos parecía un estudiante
de Oxford. Como nuestro Peral, no ha jugado nadie en España, después de
Samitier.
Foto: José Suárez González "Peral", 23 años, jugador del Valencia cf.
Cuando el muchacho corre con un
balón, le nacen alas, siente el gozo de vivir y una alegría de difícil glosa;
no hay duda, en una introversión. Quien esto escribe, ya digo, le daba al balón
y hacía versos. Bueno, los versos eran malos, pero eso nada importaba. Al pie
de las porterías, recién clavadas, portátiles, se apilaban libros de
bachillerato, alguna novela de Blasco Ibáñez, las «Rimas» de Bécquer.
En Paterna -¡oh, valencianisimo y
bello pueblo!- se puso en moda una cancioncilla de fútbol, en la que iban
nombres de muchachos y el mío. Canción y deporte. La canción aquella la había
escrito nuestro entrenador y «apoderado» «Llabateta». «Llabateta» era muy fino
y por eso aparece en la foto con una rodilla en tierra, en el antebrazo el sombrero
de paja, lacito negro al cuello.
De verdad, querido lector, que yo
no sabía separar el mundo de los jardines abandonados, de la lluvia y de las
amadas inexistentes, del mundo del balón rodando delante de uno. Muchos poetas
fueron excelentes interiores. El filósofo Albert Camus jugó de interior en el
equipo de Argel. ¿No escribió de fútbol el gran poeta español Rafael Alberti? Existe
una novela premiada, forjada con el tema del fútbol. Carmen Laforet hablaba
hace años sobre que el escritor debe acercarse a los temas de sentir muy
popular. Y todo esto, en fin, afluye de esa vieja foto paternense, hecha en un
estudio de la calle de Cuarte, en Valencia.
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