domingo, 15 de febrero de 2015

DE LAS LIMITACIONES DE PATERNA.


Mas que interesante escrito de D. Vicente Cotoli, sobre las zonas de Paterna del limite o inicio de la población y su rotulación.



NOTAS PARA LA HISTORIA DE PATERNA II.

 por Vicente Cotolí Ibáñez, año 1972.

Muchos ciudadanos pasan por las calles y plazas de nuestra Villa indiferentes delante de tantas cosas que hablan plácidamente al espíritu de los días pretéritos, tarados los unos, bien por menosprecio de todo aquello, que es materialmente pequeño o viejo, y los otros por la ignorancia del valor histórico, que constituye el patrimonio común. Yo no me encuentro en ninguno de ellos. Cuando diariamente paso por las calles que me hacen recordar aquellos días de nuestros antepasados, las encuentro perfumadas de bellos recuerdos y mis ojos descubren, en la esquina de una calle o cercen de un portal, algunos ladrillos que no puedo evitar ese recuerdo, y mi imaginación se une entonces al hilo tan delgado de una ignorada e insignificante recordancia histórica, que no dudo ha de ser ahora placentero de transmitir en este escrito a los buenos paterneros.

Los regidores de 1795, llevaban a buen término la realización de dos proyectos de reformas urbanas de innegable provecho para la población: la iluminación pública y la rotulación.

A esta segunda quiero referirme:


Según publicó Mn. Antonio Pons «El Real Acuerdo» notificaba (8 maig de 1794) a la ciutat i pobles de contorn i aquesta en feia esment de dita notificació el 26 de setembre del mes prop següent, l'obligació en que es trovava de numerar els albergs i carrers».

A Pelegrín Porter se le encomendó la muestra de los ladrillos y también el presentar presupuesto del costo de los mismos para dicha rotulación.

Los regidores encomendaron a los batles de los barrios asignados que presentaran relación individual de las casas y edificios de sus respectivas demarcaciones. La información pedida era para hacerla rápida, tanto, que el escribano de cámara de la Audiencia, don Juan Vallori, el 17 de noviembre pudo confeccionar un plano con los datos que se le habían transmitido con el ajuste y ayuda del maestro mayor de obras don Antonio Mezquida.

El procedimiento empleado daba resultados confusos y el primer plano hubo de ser cambiado por una división de poblaciones por separado a base de esmentarlos por líneas correspondientes a los puntos cardinales.

El comienzo fue de tarea difícil pero poco a poco fue puliéndose hasta encontrarse relaciones exactas de los nombres de calles y plazas, ya que los que existían se conservaban tan sólo por la tradición oral y la costumbre de cada uno de sus habitantes.



Se acordó la rotulación; y se encargaron los ladrillos, como continúa diciendo Mn. Antoni Pons: «...de fábrica unes rajoles d'un pam castellá en quadre» y añade después«...peró és el cas que la ciutat vol les dels albergs de dimencions més chicotetes, i per aquesta causa refusa de cloure ab ell cap tracte».

Se pidieron ofertas y es extraño que no se hiciera ninguna de los famosos azulejos por las fábricas de Manises, ya que solamente he encontrado ofertas de don Marco Antonio Desdier o Drisdier -no se lee bién-, del que se dice: «ofereix rajoles al preu de vint-i-sis diners cada una ab els corresponents rétols escrits en tinta negra o blava», pero se conceptuaron caras.

Y la propuesta del francés Tomás de Dessuell, mejor que la anterior, del que se describe:

“perque ven les mateixes rajoles, les grans a catorze diners i les chicotetes a onze. A mé, en tramet set per via de mostra ab el següents rétols: Sta. Iglesia Cthl. Parroquia de Sta. Eulalia. Sala del Gremio de Texedores de lana. Manzana n° 25. Manzana 53. Casa n° 33. Casa 7”.

Los regidores examinaron las muestras, teniendo en cuenta el tamaño y el buen efecto que había de producir a la vista de los vecinos y se trató con dicho fabricante.

Después de confeccionadas y recibidas, hubo dudas y escrúpulos sobre el lugar y altura en que debían situarse, y esta perplejidad perduró bastante tiempo ya que hasta el año 1859 no encontramos esta rotulación, siendo alcalde de esta Villa don José Llavata.

Ocurre el 6 de marzo, en virtud de una orden de 31 de diciembre anterior, sobre la numeración de casas y edificios en poblados y despoblados.

No voy a reseñar en qué puntos y edificios de la Villa se pusieron estas «rajoles» porque sería extensísimo este trabajo, algunas de las cuales aún se pueden observar en muchísimos lugares, pero sí diremos los puntos que se designaron en aquella fecha por donde atravesaba este término las líneas del Norte, Sur, Este y Oeste.





Nuestro Término era éste:

La línea del N. arrancaba en esta Villa, desde la esquina de casa de Vicente Fambuena Folgado, situada en la calle de las Eras, atravesaba el olivar de Juan Bautista Benlloch Huguet y para unirse al camino de Bétera, siguiendo el mismo, excepto algunas pequeñas curvas que tenian, terminaba en la Masía de Camarena en que lindaba el término de Moncada.

La línea 0., arrancaba en esta Villa desde la esquina de la casa de don José Lleó, que habitaba Francisco Benlloch, en la calle de la Puebla, luego tomaba el de la Masía de Febo y por la derecha de éste terminaba en el Azud de la Acequia de Moncada, existente sobre el río Turia.

La línea 5., arrancaba en esta Villa desde el puente existente sobre la acequia de Moncada, a la salida de la calle de Cuarte, siguiendo por el camino que iba a Cuart de Poblet, salvando las pequeñas curvas que aún hoy tiene y terminando al llegar al término de dicho pueblo.

La línea E., arrancaba en esta Villa desde la casa titulada el Palacio, del Exmo. Sr. Marqués de Miraflores y V Conde de Villapaterna, don Manuel Pando Fernández de Pinedo Macea y Dávila, que había a la salida de la calle Valencia, siguiendo por el camino de Burjasot y terminando al llegar por el mismo al término de Benimamet. Y terminamos diciendo la numeración de cada uno de los edificios que había en las nombradas cuatro zonas, que era como sigue:

En la zona del noroeste, estaba la casa del peón caminero con el n° 1; la Venta y Masía del Plá del Pou, con los números 2 y 3; y la Masía de Vélez, con el n° 4.

En la zona del suroeste, estaba el molino de Sangrantana, con el n° 1; los dos de la Tandera, con los números 2 y 3; los tres del Martinet, con los números 4, 5, y 6; los dos del Testar, con los números 7 y 8; el del Vado, con el n° 9; la Masia de Febo, con el n° 10; y la Casa del Azud de Moncada, con el n° 11.

En la zona sudeste, se encontraba la Máquina de Perayre, con el n° 1; el Batán, con el n° 2; el molino del Batán, con el n° 3; la casa de la escuela de práctica de Artillería, con el n° 4; el Molino de la Peña, con el n° 5; la Alqueria de la Peña, con el n° 6; y la de Ferrandis, con el n° 7.

Y en la zona noroeste no había edificio alguno.

Verdaderamente da pena contemplar la desaparición lenta pero segura de tales azulejos, y con ellos los recuerdos viejos, al ritmo de las modernas construcciones o reparaciones de edificios.

Quien compare, aunque sea meramente, las calles antiguas con las de hoy, sin mucho esfuerzo habrá de notar no pocas y notables variaciones sufridas en sus rotulaciones durante los pasados cincuenta años.

Año 1972
Por Vicente Cotolí Ibáñez


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